
Hace un par de días estuve sumamente atareada. Con mucha actividad tanto familiar, como profesional y demás. Cuando esto sucede es difícil poder darse tiempo para pensar concientemente en las labores cotidianas. Sucede que cuando estamos tan atareados, nos dejamos llevar por las actividades del momento y no nos queda oportunidad para meditar, pensar y tomarnos un espacio para vivir plenamente y con satisfacción.
Pasa que con frecuencia nos vamos entre las patas del caballo, y lo que realmente nos interesa es sacar los pendientes inmediatos.
Aunque tenemos mil y una formas de justificarnos ante esto, la realidad es que no cabe pretexto alguno, ya que si de razones se trata, siempre encontraremos una para seguir viviendo en automático.
De lo que verdaderamente se trata es de hacer cada día lo que corresponde al mismo y todavía poder brindarnos la opción de vivir intesa y plenamente la rutina con plena conciencia.
Me refiero específicamente a situaciones como bañarse, comer, convivir con nuestra familia, hacer ejercicio, relajarse y meditar.
Como que todo lo anterior pasa a segundo plano cuando hay que trabajar en exceso, ir al banco, pagar cuentas y resolver asuntos como una llanta pinchada, un caño tapado, el tráfico del día, etc.
Uno de mis dichos favoritos (y es original mío) es, "LA DIFERENCIA ENTRE HACER LAS COSAS NADA MÁS POR HACERLAS Y HACERLAS CON CONCIENCIA, RADICA EN LA SATISFACCIÓN QUE NOS PRODUCE".
Por ejemplo, por la mañana nos levantamos y casi todos lo primero que hacemos es bañarnos. Abrimos la regadera, nos desvestimos, nos metemos al agua, nos lavamos bien la cabeza, el cuerpo, etc. digo... no se necesita ser un superdotado para bañarse bien, sin embargo casi siempre cuando hacemos esto, estamos pensando en otra cosa, o sea nos estamos bañando pero en realidad ya le dimos vuelta a todos los pendientes del día, salimos de la regadera limpiecitos, pero no disfrutamos la ducha. No sentimos caer el agua desde la cabeza hasta los pies, no hicimos contacto con el momento de placer que se produce cuando se desliza por el cuerpo, nos perdimos de ese instante porque simplemente nuestra mente estaba en otro lado, y lo peor es que tampoco resolvimos ningún pendiente con esto.
Algo similar sucede cuando comemos. Nos sentamos a ingerir nuestros sagrados alimentos, pero casi siempre lo hacemos como si fuera una costumbre, un acto más de tipo robot que de conciencia.
Creo que uno de los motivos principales por los cuales cada día son más las personas que padecen sobrepeso es justamente que casi nunca le brindamos ni el tiempo, ni el respeto a un momento tan solemne como lo es, la hora de alimentarnos.
Le damos importancia a cualquier otra cosa, pero dejamos de lado algo tan fundamental. Pienso que se ha vuelto una especie de acción involuntaria que responde más a satisfacer la ansiedad del día, los vacíos existenciales con los que vivimos, que con el verdadero significado que debiese tener, es decir; la razón de comer es primero que nada quitar la sensación de hambre, posteriormente aportar los nutrientes necesarios para mantener sano e íntegro el cuerpo (nutrirnos), por último brindarnos el placer que proporciona un alimento rico y bien sazonado.

En cuántas de las ocasiones nos sucede que sin percatarnos, apenas nos sentamos a comer y para cuando nos damos cuenta ya no hay nada en el plato. O sea, en qué momento comí, qué estaba pensando, que me distrajo de tal forma que ni siquiera pude disfrutar de mi menú.
Mi padre que es un hombre muy disciplinado y que siempre se ha mantenido delgado, incluso actualmente más que cuando era joven (este año cumple 67 años), tenía la costumbre de pedirnos paz, tranquilidad, serenidad y respeto a la hora de comer, el decía: "por favor vamos a disfrutar de la comida, luego no sé ni lo que comí". El tenía razón y la sigue teniendo, porque si alimentarnos se ha vuelto un acto de inconciencia, entonces cómo podemos tener un control, cómo podemos manejar apropiadamente el volúmen de alimento que ingerimos.
Los horarios de comida debiesen convertirse en verdaderos espacios de solemnidad, finalmente son la ocasión para proporcionarle al recurso físico más importante con el que contamos (nuestro cuerpo), la materia prima que requiere para funcionar de una manera óptima y con energía.
A mi modo de ver, muchos de los casos de sobrepeso ocasionados por malos hábitos, es decir por simples costumbres impropias, pudiesen evitarse y hasta revertirse, con el solo hecho de darle la importancia que merece al ritual de cada una de las comidas del día.
Debemos sentarnos, respirar profundo, dejar de lado las preocupaciones y los pendientes de trabajo. Es fundamental observar el plato, y darnos un tiempo para hacer conciencia del proceso que estamos a punto de iniciar, debemos repetir en nuestra mente: "estoy a punto de comenzar a comer, debo masticar y degustar cada bocado, debo sentir poco a poco y lentamente como la sensación de hambre desaparece, disfruto el sabor, la textura, la consistencia, el color y el olor de cada variedad de alimento, debo estar agradecida (o), por tener la oportunidad de tener en mi mesa todo lo que requiero para ser una persona bien nutrida, debo esperar unos segundos por lo menos entre uno y otro bocado, de tal modo que le doy tiempo a mi estómago de que envíe las señales al cerebro que indican luego a todo mi cuerpo, que ya me encuentro satisfecha (o)".
No debemos comer si el evento simplemente pasará desapercibido, porque entonces es como si no comiéramos. Tal vez el cuerpo reciba los nutrientes que necesita, pero nunca llegarán con la misma buena vibra con que se introducen en la célula, como cuando al comer disfrutamos al hacerlo.
Hacer conciencia, es darse cuenta, es percatarse, es poner atención en que algo está sucediendo. Yo insisto (y lo haré siempre que pueda), los instantes llegan y de nosotros depende que tengan un significado, o que simplemente sucedan como si el momento nuca hubiese estado ahí.
Desayunar, comer y cenar, son actividades que deben convertirse en situaciones de plena conciencia. Estoy segura que esta es una excelente manera de recuperar poco a poco la figura y sobre todo una manera de prevenir la obesidad.
Nada pierdes con intentarlo.
Liliana.
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